El público del Revellín se rindió ayer ante Muslim. La gente ocupaba los pasillos y las sillas se quedaban vacías mientras sus ocupantes saltaban y recitaban los versos del cantante en un tributo a la preciosa manía humana de disfrutar estando juntos. La alegría más desbordante salía de las hileras de la mitad superior. Más de 30 chavales coreaban, gritaban y animaban la fiesta viendo a su ídolo en Ceuta, el mismo que canta “l’ghorba”, al extranjero, allí donde los chicos que rozan la locura con el cantante quieren llegar.
Desde Maakum no tenemos mucho dinero, pero no hemos podido evitar gastarnos una muy buena parte del que disponemos en ir a ver L7OR y Muslim. ¿Por qué? ¿No sería más práctico gastárnoslo en ropa, podrían pensar algunxs?
Cada vez que ayer, alguien que vive en el Puerto, (amenazado constantemente por la ley, por quién se encarga de aplicarla mediante la violencia, reprimido por el clima y jugándose el cuello bajo camiones, echando de menos, pensando qué hago) cerraba los ojos y cantaba a pleno pulmón, el Puerto se esfuma. Es una terapia. Que da fuerzas, que ayuda a poner las cosas en orden, que te anima. Por unas horas, el mundo se vuelve menos cruel, o al menos algunas lo sentimos así. Así que estas tres horas de espectáculo duran mucho más, y empezaron mucho antes.

La semana estaba repleta de actividades. El viernes, con un grupo de adolescentes de Barcelona decidimos ir a limpiar una playa. Los chicos del Puerto aún no sabían que el día siguiente iríamos al Revellín a ver a su rapero favorito, pero vinieron igualmente porque sí, porque hoy toca limpiar. Pues toca limpiar. Y así estamos juntas. Los que recogieron basura durante el viernes, el sábado entrada. Y con los que no vinieron a la recogida y querían ir al concierto, asamblea y decisión consensuada de poner cada uno, céntimos de su bolsillo.

Quedamos el sábado para arreglarnos para la ocasión. Al punto de quedada, iban apareciendo uno a uno.
Y. llevaba los nervios escritos en la cara, los mismos que le había hecho ponerse hoy la muda que tiene escondida, preparada para cuando llegue a la Península.
M. desde lejos se veía que no paraba de comprobar que su complejo peinado seguía en su sitio, con lo que le había costado domar estos cabellos que siempre están a la merced del viento de Ceuta.
Los nervios en la barriga, la gomina en el pelo, venga venga que no llegamos, entrada al teatro, las luces se apagan y seguimos con la función. Una función para seguir con la función.