Despedida y conclusiones de la Memoria Maakum 2018-2019
«Estas páginas son el resultado de un año y medio de trabajo Maakum. Nuestro proyecto nació de la vocación y la solidaridad, y se ha mantenido y se mantendrá en el tiempo por estos mismos valores, al que le añadimos la resistencia. La constancia de muchos jóvenes para sobrevivir mientras migran, es digna de admirar, y con todo nuestro respeto hacia estos “cachorros de nadie”, nos ponemos a su lado.

Moverse por el mundo libremente es un derecho humano que no se respeta en Ceuta. Cuestionar la libre circulación, prohibirla y negarla con todas las de la ley con el brazo de aquellos que la tienen que hacer cumplir supone, en muchas ocasiones, poner en riesgo la salud y la vida de las personas migrantes. En esta ciudad autónoma casi todo está pensado para decir bien alto y bien claro, “migrante, no eres bienvenido”. Ante esta falta de acogida y de voluntad de comprensión las personas más afectadas son las que migran más jóvenes. Criminalizar a los menores es jugar con su salud, su educación y su futuro en general. Su vida.

La represión contra menores y jóvenes es cada vez más aguda en Ceuta. El Puerto se está blindando con hormigón, concertinas y policías con poca formación en todos los aspectos.
En la ciudad no existen los más mínimos recursos básicos higiénicos y de alimentación. En teoría es para frenar un “efecto llamada” que no existe, puesto que vemos que la represión no frena la voluntad de migrar de una parte considerable de la juventud del norte de Marruecos. Desde Maakum, reclamamos camas, duchas y comedores. Porque l@s ceutíes no deberían permitir que un chaval de 16 ó 20 años, pase hambre y frío en sus calles.
También desde nuestro colectivo nos sumamos a las voces que dicen que los menores deberían estar en el centro de protección. Pero pedimos un análisis serio con consecuencias que escuche a todos los chicos que piensan que entrar en La Esperanza es más peligroso que dormir a la intemperie. Reivindicamos la necesidad de la creación de recursos públicos en la calle, no es lógico que nosotr@s, con otros trabajos y sin una estructura capacitada para ello, seamos la única muleta blanca y con papeles europeos a la que decenas de jóvenes puedan agarrarse.

No se pueden permitir todas las violencias que atraviesan las vidas de tantos jóvenes que buscan una vida mejor en la Península. El blindaje del Puerto es un buen ejemplo de las políticas que buscan rechazarlos sin preocuparse por sus vidas, porque no son españolas. Nosotras no las aceptamos. Cada día hay más piernas y manos con cortes, y más cicatrices en lo profundo de los corazones.
Unas cuantas amigas, con apoyo de voluntarias y muchas energías enviadas desde diferentes puntos del mundo, hemos aportado nuestro granito de arena en intentar que este pedazo de tierra en el norte de África sea un poco más agradable para las personas que le habitan temporalmente. Hemos asumido tareas que no nos han gustado y que no teníamos por qué asumirlas. Somos testigos de cómo centenares de jóvenes van cargando sus mochilas vitales de discriminación, de interrogatorios, de vulneraciones. Y nos duele, como le tendría que doler a cualquiera. Estamos maltratando a nuestros hijos».